Paris se salva en el Marne VI

sábado, 17 de abril de 2010

La ofensiva de Joffre

El 20 de Agosto, como era de esperarse, los alemanes ocuparon Bruselas. Era tal su rabia por el tiempo que le habían hecho perder los belgas que no dudaron en hacer desfilar por las calles de la capital belga al 1er ejercito de Von Kluck, para que todos pudiesen apreciar la terrorífica potencia teutona y las pequeñas pretensiones del pequeño ejercito belga. Bruselas contuvo la respiración: hicieron falta tres días y tres noches para que el ejercito, que constituía solo una tercera parte del ala derecha alemana, desfilase por las calles de la capital sin detenerse jamas, entre el redoble incesante de los tambores y el sonido marcial de las charangas. Al frente, como de costumbre, marchaban los ulanos; tras de ellos miles y miles de hombres a pie, formados para el gigantesco desfile. Las calles de Bruselas temblaban bajo el rítmico golpear de sus botas: parecía que nadie lograría detener jamas ese rió de hierro, ese rodar de piezas de artillería.

Los soldados cantaban melodicas canciones de guerra ensombrecian de angustia el corazon de los belgas. Desfilaron incluso las cocinas arrastradas por caballos, al tiempo que los cocineros preparaban el rancho, trabajando alrededor de ollas humeantes sobre fuegos encendidos. Desfilaron todos los servicios, incluidos los zapateros, con los remendones que arreglaban las botas de los soldados, sentados junto a ellos el los carros a la espera de volver a su sitio en las filas.

Desgraciadamente Joffre no se encontraba alli para observar esa formidable masa que avanzaba fatalmente sobre su ala izquierda; y tampoco tenia una idea clara sobre la realidad del 2do y el 3er ejercitos alemanes que, al sur de Bruselas, se aproximaban hacia a la linea defensiva de Lanzerac. Joffre tenia otras cosas en que pensar: en Lorena el 2do ejercito francés, a las ordenes del general Noel de Castelnau; y el 1er ejercito del general Augustin Edmond Dubail ensayaban el ataque principal. Había llegado para los franceses el momento largamente anhelado para la revancha: la hora de avanzar a sus hombres mas allá de la "frontera embustera" que dejaba fuera de Francia a Lorena y Alsacia. Los generales franceses se habían preparado durante largo tiempo, en sus mesas de trabajo y en las maniobras anuales, para esa arrolladora ofensiva y estaban convencidos de que todo resultaría fácil.

Las tropas de infanteria francesas salieron de los cuarteles y marcharon contra el enemigo cantando; los alemanes las observaban desde sus parapetos, tras las fortificaciones. Los franceses avanzaban, al ritmo de los tambores, en formación de abanico, como habian hecho en otra epoca los veteranos de la Grandde armee de Napoleón, encañonando el fusil y con la bayoneta calada, en filas cerradas. Perplejos, los alemanes les veían avanzar y ajustaban con calmas las miras de sus ametralladoras, enfocando los inverosimiles pantalones rojos de los zuavos, tan visibles como amapolas entre el verde de la hierba y en medio del polvo blanco del verano. Los oficiales franceses ofrecían un patético aspecto romántico mientras avanzaban con los sables desenvainados, a la cabeza de sus hombres.

Los franceses no dejaban de sorprenderse; sin embargo, cuando el enemigo estuvo a tiro abrieron fuego de ametralladora. Los poilus cayeron en la primera fila y la 2da fila igual que la 1era. Las ametralladoras causaban estragos entre los franceses que parecían atónitos, pero no podían detenerse ya que los oficiales tenían ordenes perentorias. "Cuando las previsiones de un comandante no se cumplen no deberá cambiar apresuradamente sus ordenes, sino que continuara con su ofensiva". Cada metro de terreno costaba centenares de muertos y, sin embargo, los generales sostenían con seguridad que esa era la tactica correcta: al fin y al cabo el ejercito del Príncipe de Rupprecht Baviera había abandonado algunas posiciones, permitiendo que los franceses realizaran un avance de 15 kilómetros.

A decir verdad, no eran solo los francés los que tenían las ideas confusas. Tambien los generales alemanes acumulaban errores. El primero lo cometió el mismo general el Príncipe de Rupprecht. Von Moltke le había ordenado que se replegara para atraer a los franceses a la trampa, pero el se negó a obedecer, considerando inconveniente retirarse ante el enemigo un poco mas al norte, el ejercito del príncipe de Wurttemeberg había obtenido ya algún éxito y el ejercito de Von Kluck avanzaba victorioso; Rupprecht ordeno a sus hombres que se detuvieran y Von Moltke intento explicarle, en vano, que su tarea en ese momento consistía en atraer al mayor numero posible de unidades francesas hacia el aparente boquete. El príncipe replico que solo planteando batalla en se induciría a los franceses a que se rindieran. El mando supremo se vio obligado a dejarles hacer y asi en la mañana del 20 de Agosto el 4to ejercito alemán afronto a los franceses abriendo espantosos huecos en sus filas con la artillería. Los franceses desconcertados en su aparente avance, resistieron heroicamente durante unas horas pero al final se vieron forzados a retroceder y a ceder al enemigo los 15 kilómetros que habian ganado.

En un primer momento, Joffre no dio importancia a lo ocurrido pensando que la gran ofensiva prevista por el "plan 17" no había comenzado aun; mientras en el otro bando Von Moltke se desahogaba su enfado con el príncipe que había cerrado la trampa antes de tiempo y habia salvado al ejercito de De Castelnau de una destrucción segura.

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